El Hombre del Piano

Guillermo Guido

Toma el vaso y le tiemblan las manos,
apestando entre humo y sudor,
y se agarra a su tabla de naúfrago
volviendo a su eterna canción.
na nana naranananarana nara naaa nananaaaaaaaaaaaaaa

Toca otra vez, viejo perdedor,
haces que me sienta bien,
es tan triste la noche que tu canción
sabe a derrota y a miel.

Cada vez que el espejo en la pared
le devuelve más joven la piel,
se le encienden los ojos y su niñez
viene a tocar junto a él;
pero siempre hay borrachos con babas
que le recuerdan quien fue,
el más joven maestro al piano
vencido por una mujer.

na nana naranana narana nara naaa nananaaaaaaaaaaaaaa

Ella siempre temió echar raíces
que pudieran sus alas cortar,
y en la jaula metida, la vida se le iba
y quiso sus fuerzas probar;
no lamenta que de malos pasos
aunque nunca desea su mal,
pero a ratos con furia, golpea el piano
y algunos que le han visto llorar.
na nana naranana narana nara naaa nananaaaaaaaaaaaaaa

Toca otra vez, viejo perdedor,
haces que me sienta bien,
es tan triste la noche que tu canción
sabe a derrota y a miel.

El micrófono huele a cerveza
y el calor se podría cortar,
solitarios oscuros, buscando pareja
apurándose un sábado más;
hay un hombre aferrado a un piano
la emoción empapada en alcohol,
y una voz que le dice: 'pareces cansado
y aun no ha salido ni el sol'.

na nana naranana narana nara naaa nananaaaaaaaaaaaaaa
Toca otra vez, viejo perdedor,
haces que me sienta bien,
es tan triste la noche que tu canción
sabe a derrota y a miel.

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